¿Por qué nos vamos a la cárcel?
Ese espacio cerrado, ajeno a la publicidad de los grandes y luminosos centros comerciales, ese espacio abundante, lleno de pensamientos fantasmas y monstruos subconscientes, ese espacio desbordante de sudor, lágrimas en la garganta convertidos en gritos e insultos, risas fuertes que desbordan los muros, miedo y la compañía de saberse en soledad, cada presx, cada número, cada historia que se multiplica en cada ancestrx que recuerdan los corazones y la sangre.
y está ahí, en la cárcel. Ese espacio cerrado en si mismo donde se encierran mentes y cuerpos.
Pero, ¿por qué nos vamos a la cárcel?
Piratear DVD’s, Homicidio, beber y pelear en la vía pública, violación, reuniones públicas sin autorización estatal, piromanía, no pago de pensión de alimentos, tráfico de drogas, comercio ambulante, ejercer la prostitución, cultivo de cannabis, robo hormiga, hacer una barricada, usar capucha, incentivar “el que baila pasa”.
Son algunas de las acciones humanas estipuladas por el código penal que requieren de penas aflictivas, esto quiere decir que su poder alcanza los derechos políticos y civiles de cada persona restringiendo su autonomía y libertad.
¿Por qué nos vamos a la cárcel?
Porque las acciones que emprendemos perturban y generan un peligro para la “sociedad”.
Hace muchos años, en un reino muy lejano, la cárcel y el castigo constituían dos pilares fundamentales de los gobernantes para mantener el orden establecido, ese orden fue creado humanamente y respaldado con gracia de la violencia, el miedo y la fe, postulando los principios del ciudadano y el enemigo.
Ciudadano es aquel que acepta y respalda las convenciones del poder establecido y del pacto social.
Enemigo son todxs aquellxs que perturban, amenazan, ponen en riesgo la estructura del poder, el poder y la razón del poder.
Bajo esa lógica impuesta con la creatividad de quienes mucho desean y poco comparten, el enemigo se convirtió en un chivo expiatorio que propicia la explotación, la servidumbre y el despojo permanente, esta “sociedad” va a estar al servicio del bienestar de un grupo bastante minoritario pero legitimado por muchos otros ciudadanos que aceptan la comodidad que significa el sobrevivir.
Nuestro problema no solo radica en las decisiones jerárquicas elitistas que como grupo humano podemos elegir, sino en la imposibilidad de elegir.
Como continente colonizado, por primera vez por españoles y europeos y una segunda vez por EE.UU, operación Cóndor, nos vemos en la necesidad de mirar nuestra historia como una lucha constante entre quienes hemos querido ser y aquello que nos han obligado a ser.
en esa obligación de ser, adoptamos creencias, actitudes y pensamientos que nos van modelando a cada uno de maneras muchas veces contradictorias.
Por un lado se nos dice que el trabajo y la educación nos permitiría una mejor calidad de vida, sin embargo no poseemos ni la educación ni trabajos de calidad, convirtiendo la realidad en un constante patear piedras.
Nos piden adoptar creencias religiosas que limiten nuestro comportamiento moralmente, pero nos someten a la angustia del pecado y el silencio del castigo.
Nos piden obediencia ante el maltrato, nos piden esforzarnos con la bota encima y nos piden acatar la injusticia.
En este país latinoamericano se vive un fenómeno de abigarramiento, que significa que muchas realidades se mezclan desperfectamente, por un lado los viejos latifundistas que siguen deseando la servidumbre a cambio de dejarnos vivir, por otro lado nos prometen un futuro tecnológico, moderno y liberal.
La cárcel va a resguardar entonces a aquellos que en su afán de víctimas del hastío de este sistema lo reproducen, lo replican y lo avalan al transformarse en victimarios.
Y también a aquellos que en su afán de libertad buscan desarticular y destruir las bases de un sistema que oprime y despoja.
El victimario que viola, mata, estafa, miente y despoja, mantendrá al resto de la población en un estado de alerta e inseguridad que propicia la dominación, la explotación y la sumisión de aquellos a los que convierten en víctimas.
Su excusa es irresponsable, ya que no es capaz de ver que replicar las conductas dañinas tan solo producen daño y el daño es el motor activo de la esclavitud.
La cárcel se erige como un negocio, produce criminales que ayudan a perpetuar el dominio de quienes hablan del “bien común” y encierra a quienes desean realmente el bien común.
Todo preso es político se dice a menudo, y es algo real. porque la política del despojo, la servidumbre y la opresión produce víctimas que replican el daño, maltratando a otros.
Personas cuya infancia ha sido cruel y personas avergonzadas de quienes son, produce en la población la necesidad de seguir normas o romperlas. sin cuestionar las normas en si, ni así mismos. Se convierten en alienados programados, o en otras palabras, robots sociales cuya función es mantener estable una sociedad corrupta que se beneficia del dolor y la angustia de quienes marginaron.
Es ahí, en ese lugar escondido de nuestros corazones llamado libertad, donde radica un impulso revolucionario que a veces el dolor recubre con varias capaz de cemento, ese impulso revolucionario posee la responsabilidad de mirar quienes somos y desprendernos de quienes la sociedad nos ha obligado a ser. Desenrollar miedos nos hace mirar las heridas que no han sanado y sanarlas nos previene de herir a otros y cortar de una vez con el círculo de la violencia que nos hace sentir en justicia.
La cárcel es ese espacio cerrado en si mismo y es también nuestro propio encierro.
Abrir todas las jaulas y hacernos responsables de los pájaros heridos y sin alas que dejó un sistema injusto.
Reparar a pulso las infancias heridas para evitar el maltrato a otros y a nosotros mismos.
Luchar contra quienes mucho desean y nada comparten.
Ser responsables de nosotros mismos y de nosotros frente a los demas.
Luchar por nuestro bienestar es boicotear un sistema que oprime, destruye y esclaviza.
Por Carla Marchant Albuja

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